Historia de los observatorios en Chile

En 1960, había solo 10 observatorios astronómicos en el hemisferio sur, en comparación con los 88 que operaban al norte del ecuador. Ninguno de los observatorios ubicados en el sur se encontraba en un lugar elegido cuidadosamente por su excelencia atmosférica, dado esto, los telescopios del hemisferio sur solo era capaces de recoger el 10% de la luz recogida por los telescopios del norte.

La mayoría de los astrónomos reconocieron que este desequilibro en la distribución mundial de los telescopios ópticos fue especialmente desacertada debido a la ubicación en los cielos del sur de muchos objetos astronómicos singulares. Tales objetos astrofísicamente únicos del cielo del sur como las Nubes de Magallanes, los cúmulos globulares más brillantes y los clusters y la  región de Carina-Centaurus, por nombrar sólo algunos, eran inaccesibles para muchos astrónomos a menos que tuviesen la suerte de ser invitado a un observatorio austral. Problemas astronómicos que requieren el estudio de este tipo de objetos y también las observaciones de todo el cielo a menudo se descuidaban o eran muy difíciles de llevar a cabo.

No es de extrañar que hace más de un siglo los principales observatorios del mundo, que se encontraban en Europa o en Estados Unidos, comenzar a enviar las llamadas “expediciones astronómicas” para el hemisferio sur. Una de estas expediciones estableció en 1849 un pequeño observatorio en el Cerro Santa Lucia en Santiago. Esta instalación fue trasladada en 1852 al “Instituto Nacional”  y, finalmente, se convirtió en el Observatorio Nacional de Chile. El principal objetivo de la expedición era medir la distancia al planeta Marte y al sol por un método de triangulación que requería observaciones simultáneas de los Estados Unidos y Chile.

El hecho de que la distancia Tierra-Sol que se  determinó entonces con un error de sólo el 3,5%  fue un símbolo del importante papel que jugaría Chile en el desarrollo de la astronomía.  

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